jueves, 1 de octubre de 2015

CADA ACCIÓN REQUIERE UNA ENERGÍA

CADA ACCIÓN REQUIERE UNA ENERGÍA
Por: Ouspensky

Gurdjeff nos dijo:

“Queremos hacer, pero en todo lo que hacemos estamos atados y limitados por la cantidad de energía producida por nuestro organismo.

Cada función, cada estado, cada acción, cada pensamiento, cada emoción, requiere una energía, una sustancia bien precisa.
                                               
Llegamos a la conclusión de que tenemos que recordarnos a nosotros mismos.

Pero solamente podemos recordarnos a nosotros mismos si tenemos en nosotros la energía indispensable para el recuerdo de sí.

No podemos estudiar, comprender ni sentir nada, sin tener la energía que se requiere para esta comprensión, este sentimiento o este estudio.

¿Qué ha de hacer un hombre entonces, cuando comienza a darse cuenta de que no tiene la suficiente energía para alcanzar las metas que se ha propuesto?

La respuesta a esta pregunta es que cada hombre normal tiene bastante energía para comenzar el trabajo sobre sí.

Sólo es menester que con miras a un trabajo útil aprenda a economizar la energía de la cual dispone, y que la mayor parte del tiempo disipa por completo.

La energía se gasta sobre todo en emociones inútiles y desagradables, en la espera ansiosa de cosas desagradables, posibles o imposibles, en malos humores, en prisas inútiles, nerviosismo, irritabilidad, imaginación, ensueño y así sucesivamente.

La energía se desperdicia en el trabajo equivocado de los centros; en la tensión inútil de los músculos fuera de toda proporción con el trabajo realizado; en la perpetua habladuría que absorbe una enorme cantidad de energía; en el interés que dedicamos sin cesar a las cosas que ocurren a nuestro alrededor o a las personas con las cuales no tenemos nada que hacer y que no merecen ni una mirada; en el constante desperdicio de la fuerza de atención; etc., etc....

Al comenzar a luchar contra todos estos hábitos, un hombre ahorra una enorme cantidad de energía, y con la ayuda de esta energía puede emprender fácilmente el trabajo del estudio de si y del perfeccionamiento de sí.

Más adelante, sin embargo, el problema se vuelve más difícil.

Un hombre que ya ha balanceado su máquina hasta cierto punto comprobado por sí mismo que produce mucho más energía de la que esperaba, llega a la conclusión, no obstante, de que ésta no es suficiente, y que debe aumentar la producción si quiere continuar su trabajo.

El estudio del funcionamiento del organismo humano muestra que esto es ciertamente posible.

El organismo humano es comparable a una fábrica de productos químicos donde todo ha sido previsto para un muy alto rendimiento.

Pero en las condiciones ordinarias de la vida nunca alcanza su máxima capacidad, porque sólo usa una pequeña parte de su maquinaria y ésta no produce sino lo que es indispensable para su propia existencia.

Hacer trabajar una fábrica de esta manera es evidentemente antieconómico en el más alto grado.

Por lo tanto, la fábrica con toda su maquinaria, todas sus instalaciones perfeccionadas, de hecho no produce nada, ya que no llega a mantener sino su propia existencia, y aún esto con dificultad.




El trabajo de la fábrica consiste en transformar una clase de materia en otra, es decir, desde el punto de vista cósmico las sustancias más groseras en sustancias más finas.

La fábrica recibe del mundo exterior, como materia prima, una cantidad de hidrógenos groseros, y su trabajo consiste en transformarlos en hidrógenos más finos, por medio de toda una serie de complicados procesos alquímicos.

Pero en las condiciones ordinarias de la vida, en la fábrica humana es insuficiente la producción de los hidrógenos más finos que nos interesan especialmente desde el punto de vista de la posibilidad de estados superiores de conciencia, y desde el punto de vista del trabajo de los centros superiores; y todos estos hidrógenos más finos se malgastan sin provecho para mantener la existencia de la fábrica misma.

Si pudiéramos aumentar la producción de la fábrica a su más alto nivel de rendimiento posible, podríamos entonces comenzar a ahorrar los hidrógenos finos.

Entonces la totalidad del cuerpo, todos los tejidos, todas las células, se saturarían de estos hidrógenos finos que gradualmente se fijarían en ellos, cristalizándose de una cierta manera.

Esta cristalización de los hidrógenos finos llevaría poco a poco al organismo entero hasta un nivel más alto, hasta los planos más elevados del ser.

Pero esto nunca puede suceder en las condiciones ordinarias de la vida, porque la fábrica gasta todo lo que produce.


Aprended a separar lo sutil de lo grosero — este principio de la Tabla de Esmeralda se refiere al trabajo de la fábrica humana, y si un hombre aprende a separar lo sutil de lo grosero, es decir, a llevar la producción de hidrógenos finos a su más alto nivel posible, por este mismo hecho creará para sí mismo la posibilidad de un crecimiento interior que no puede ser asegurado por ningún otro medio”.

Ouspensky





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